domingo, 10 de febrero de 2013

Decálogo del antisistema perfecto


Decálogo del antisistema perfecto

Anonymous Mexico DF, el jueves, 6 de diciembre de 2012 a la(s) 7:49 ·


¿Cómo ir contra el sistema? Pregunta que toca resolver ahora, después de haber razonado el por qué. ¿Cómo ir contra algo tan grande, poderoso e inabarcable sin perderse en el intento? Algunas maneras hay y aquí proponemos una en cinco pasos, cinco niveles de compromiso para que cada cual elija en que fase o estadio del compromiso quiere quedarse.


  1. Confía en el ser humano.
  2. Descubre el engaño.
  3. Practica una vida no instrumentalizada.
  4. Sé para el Otro.
  5. Ve contra el sistema.


¿Y por qué un decálogo? ¿Por que ese afán sistematizador? ¿Y por qué perfecto? En realidad es sólo una guía o mapa de ruta que proponemos, que a alguien ha servido en el pasado y puede que a alguno más sirva en adelante pero que en ningún modo pretende ser el único ni mucho menos quiere obligar a nadie a seguirlo. En definitiva, estos cinco pasos no son más que una manera sistematizada y ordenada de presentar de cara a la acción nuestra propuesta de ir contra el sistema para cambiarlo. Y se le dice perfecto, aunque perfecto no lo será nadie en particular, puesto que la perfección humana no existe. Perfecta será en todo caso la aplicación sistemática de los cinco puntos del decálogo de manera progresiva y ordenada, y de igual manera, cuando alguien se quede a mitad de camino o llegue al quinto paso sin pasar por los otros cuatro previamente, se estará alejando de la perfección propuesta.

1.- Confía en el ser humano:


Es el primer paso, es lo mínimo, lo básico. Sin mantener una mínima confianza en las posibilidades de mejorar y hacer el bien que aún guarda el ser humano difícilmente se puede cambiar nada a mejor. Se trata de tener un buen concepto del hombre pese a lo mucho malo que ha hecho a lo largo de la historia. Pensar la utopía y el ser utópico como algo posible y realizable. Se trata de entender algo tan antiguo como la lucha entre el Bien y el Mal y las dicotomías a que ha dado lugar esta idea. Dios y el diablo, amor-odio, altruismo-egoísmo, tolerancia-intransigencia, el yin y el yan, y así en un sinfín de pares de opuestos que son ya parte misma de la naturaleza humana. Hemos de entender que el ser humano en su caminar no sólo ha traído sufrimiento y devastación a su paso, también ha hecho cosas buenas, y ha creado a partir de su potencia y sus pasiones. Este es el primer e ineludible paso: entender que igual que el ser humano se equivoca porque es humano, así también es capaz de hacer cosas buenas y aún puede seguir haciéndolas.
Pensemos por un instante en todo lo bueno que el hombre ha hecho, en el arte, la música, la filosofía, las matemáticas, la medicina; pensemos en los poetas, en los descubridores, en los que aman por encima de todas las cosas; pensemos en tantos héroes benefactores de la sociedad que lucharon y dieron su vida por enfrentar las injusticias cuando todo lo tenían en contra; pensemos en tantas cosas que en un momento dado fueron poco menos que improbables y por la tenacidad y el empeño de unos pocos llegaron a ser posibles. Hablamos del cristianismo por ejemplo, que se expandió a partir de únicamente doce apóstoles, hablamos del Islam y su único profeta, hablamos de la pervivencia de pueblo judío pese a ser perseguido durante buena parte de su historia. Hablamos de cómo los vecinos de una pequeña aldea francesa llamada Le Chambon-Sur-Lignon salvaron de la muerte a unos 5.000 judíos (la mayoría niños), escondiéndolos entre sus habitantes, adoptándolos o haciéndolos pasar por familiares suyos durante años, desafiando así a las tropas de Hitler y al gobierno colaboracionista de Vichy aun a riesgo de perder sus vidas; hablamos de cómo Rosa Lee Parks,(afroamericana), enfrentando las leyes racistas de su Estado se negó a ceder su asiento en un autobús a un hombre blanco en Montgomery (Alabama), y ese gesto fue el detonante que dio inicio a la lucha por los derechos civiles en América hasta conseguir la plena igualdad de la que, digamos, hoy gozan; hablamos de cómo unas madres que habían perdido a sus hijos salieron a la calle un día de mayo en Argentina, y sin más armas que su dolor y unos pañuelos plantaron cara a una dictadura militar que no atendía a razones, y aquel gesto acabó llevando por todo el mundo lo que allí estaba sucediendo y al cabo de unos años los que mataron terminaron pagando; hablamos de cómo La India consiguió zafarse del yugo de la poderosa Inglaterra por medios pacíficos a partir de la sola fuerza de un hombrecillo pobre y flaco que quiso decir no a la sumisión; hablamos de los que lucharon pacíficamente por la objeción de conciencia en España, de la mujer que se encadenó a un árbol para que este no fuera talado y ese árbol aún sigue allí; hablamos de todos aquellos que mandaron cartas a la sección española de Amnistía Internacional pidiendo la libertad para Amina Lawal y Safiya Husaini y abrieron con ello la posibilidad de poner fin a la pena de muerte en Nigeria; y en definitiva, hablamos del poder que tiene una idea, una convicción firme en el sentir de cada uno, hablamos de la parte buena que todo ser humano guarda en su interior esperando ser despertada.
En realidad, aunque hay muchos indicios y pruebas empíricas que nos pueden hacer convencer de la bondad del ser humano, el debate es tan antiguo como irresoluble, porque también hay pruebas y muchas que nos dicen que el ser humano está ya poco menos que perdido. En el fondo depende de la fe o la disposición interna de cada uno, inclinado a creer en una u otra cosa según su naturaleza. Así, unos pensarán que tenía razón Hobbes cuando decía que el ser humano es un ser peligroso que debe ser controlado, y medrarán, y serán desconfiados, y se cuidarán de no dar demasiado so pena de perder, y otros creerán en Rosseau y su buen salvaje, y sobre todo creerán en ellos mismos para sentir que el ser humano es de naturaleza bueno y sólo de un mal contacto con la sociedad se torna malo. Y aquí podríamos detenernos para ver lo que el post-racionalismo y la Psicología Positiva nos hablan en torno a lo mucho bueno que puede el hombre, o podríamos recordar la espiral que lleva al hombre temeroso, desconfiado, solo y sin referentes hacia el nihilismo, la violencia o la depresión generalizada.
En definitiva, de lo que se trata en este primer paso es de buscar y aprehender los argumentos que más nos gusten y nos ayuden a tener confianza en lo que cada uno puede, y por extensión confiar también en los demás para poder mirar con benevolencia al ser humano y pensar que en el fondo no somos tan malos, es el cesto el que va pudriendo las manzanas, es el sistema, no somos nosotros.

2.- Descubre el engaño:


Este punto es obligado, tanto o más que el primero, y sobre todo es obvio. Para ir contra el sistema antes hemos de habernos dado cuenta de todo o parte de lo que el sistema genera en lo negativo, ya que, de no ser así poco motivo tendríamos para ir contra él. Se hace imprescindible saber cómo nos maneja el sistema, cómo nos convertimos en mercancía a la luz de la hegemónica razón instrumental, y cómo tomamos por mercancía a los demás sin darnos cuenta, tal como ellos nos toman a nosotros. Hemos de hacernos conscientes de lo que somos y en lo que nos hemos convertido, tenemos que sentir lo absurdo de buena parte de lo que hacemos cada día, notar que nos están engañando, que nos manejan y nos manipulan como a conejillos. Es algo tan sencillo como aprender a pensar por nosotros mismos y no dar nada por supuesto, no sin antes haberlo deconstruido y vuelto construir, tal cómo hacía Derrida, tal cómo nos dice una de las mentes más lúcidas que la historia del ser humano ha visto: sin personalidades creadoras que piensen por sí mismas es tan impensable el desarrollo de la comunicad como lo sería el desarrollo del individuo fuera del ámbito comunitario. Lo escribió Albert Einstein en Mí visión del mundo, porque no quería que fuéramos perros amaestrados: Para ser un individuo válido el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno. En caso contrario se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado. Pero este paso II habla de “Descubrir el engaño”, así que no basta con saber que nos engañan, hemos de descubrir también por qué nos engañan y cómo es esa realidad que no nos cuentan, y este es un trabajo que corre por cuenta de cada uno. Sirvan, si acaso, algunas indicaciones. Los medios de comunicación, sin ir más lejos. No conviene creer demasiado de lo que nos cuentan los medios generalistas, pues todos están puestos ahí por un grupo de interés afín al sistema que en absoluto desea que el sistema cambie. La información es convenientemente manipulada y filtrada al público y siempre busca causar algún efecto: el efecto adicción por ejemplo, masivamente utilizado a través de la publicidad, o el efecto adormidera igualmente necesario, que nos viene servido en la banalización de la cultura de masas, como el efecto miedo, sin duda el más importante, cada uno de ellos suministrado en su justa medida con el objeto de adaptar a la gente a lo que el sistema necesita.
Interesante que nos detengamos un poco más en estos tres efectos y sus consecuencias, pues a menudo van más allá de lo que ha simple vista parece. En cuanto a la publicidad, todos sabemos que un producto no se vende sin ella, somos conscientes de que la publicidad es el motor que hace que la gente consuma y siga consumiendo, pero a menudo pasamos por alto que en la publicidad todo son caras bonitas, gente guapa que compra, que va a la moda, que usa, que triunfa, que disfruta de la vida y se divierte con el último modelo de teléfono, de televisión, de coche o de perfume sin el cual no es posible ser feliz. Así, la publicidad crea consumidores compulsivos, esclavos de la moda que no pueden pasar sin lo que se lleva en cada momento con independencia de que lo necesiten o no. Y hay algo aún más triste detrás de la publicidad, peor que crear consumidores compulsivos, peor incluso que el hecho de que nos mientan descaradamente en lo que nos venden en cada producto, es el efecto depresivo que causa en la gente que no es especialmente guapa, afortunada o segura de si misma la visión continuada de ese mundo idílico de prosperidad, belleza y eterna juventud que nos muestran en la publicidad, al que estas personas difícilmente podrán acceder. Es este el primer gran efecto, la primera gran mentira que hemos de saber descubrir en los medios. La segunda mentira viene dada por el efecto adormidera, y nos la sirven en la proliferación de programas con nulo contenido cultural, critico o formativo, ya sean estos del tipo realities o programas basura o sean retrasmisiones deportivas, de lo que se trata es de tener a la población entretenida, adormecida, y alejada del contacto humano, con algo que no la obligue a pensar lo más mínimo en los temas que realmente importan.
Y el tercer efecto nos llega a través del miedo. Basta con probar a ver un día los telediarios de las cinco o seis cadenas generalistas más importantes del país, de nuestro país o de cualquier otro país, comprobaremos una constante que se repite en todas las cadenas: la abundancia de noticias que tienen que ver con asesinatos, asaltos, robos, guerras, pandemias, terremotos, huracanes, atentados, muertes en accidentes de tráfico, y en definitiva, malas noticias. ¿Es que acaso no hay nunca nada bueno que contar? Sí que lo hay pero parece que no interesa, así, la percepción de la realidad se manipula y distorsiona para tener a la gente asustada, amedrentada, llevada por el poder paralizante que ejerce el miedo en el ser humano.
Estos son los tres principales efectos que utiliza el sistema para controlar a la opinión pública, instrumentalizando a unos medios de comunicación siempre al servicio de un determinado grupo de poder. Tres efectos de los que tenemos que darnos cuenta para no dejar que actúen en nosotros. A partir de aquí, inmunizados a su acción, podremos empezar a buscar en las redes de información alternativas todo eso que no nos cuentan, todo lo que tergiversan o callan. Al hablar de redes alternativas estamos hablando, como ya imaginaréis, de Internet. Internet es el símbolo de la globalización y al tiempo es casi el único espacio que el sistema no puede controlar, de momento. Así que, además de alternativas, muchas de estas webs serán también sin quererlo antisistema por desvelarnos una realidad que se nos presenta maquillada u oculta. En este segundo punto se trata pues de abrir bien los ojos, no dejarse manejar, no creerse nada de antemano y saber ser críticos. Como ven, nada excesivamente exigente de momento, llevamos dos pasos y todavía no hemos salido a la calle.

3.- Practica una vida no instrumentalizada:


El tercer escalón de este camino en pos del antisistema perfecto suele ser a menudo consecuencia clara de haber asimilado previamente los dos primeros. Es simple: si confiamos en el ser humano y de repente descubrimos que juegan con nosotros a un juego que no nos gusta y además nos obligan a participar en el, no podemos menos que indignarnos con el sistema que propicia ese juego y al poco es posible que empecemos a hacer esfuerzos por no jugar, esto es, por no tratar de manera instrumental a tus semejantes. Es posible que lo hagamos, pero es igualmente posible que sigamos tratando a las personas como mercancías de cambio, de nuevo depende también mucho de la especial disposición interna de cada uno para escapar o no al influjo de la razón instrumental, del poder de la autoridad o la dictadura de la mayoría.
Practicar una vida no instrumentalizada viene a ser lo mismo que relacionarnos, pensar, hablar, dar, comunicar, compartir, en definitiva vivir sin que sea el interés propio y la omnipresente razón instrumental lo que nos mueva. Kant hablaba del imperativo categórico, y nos decía: obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca solo como un medio. Spinoza nos invitaba a pensar con una razón apasionada que era capaz de sentir antes de pensar. Con Spinoza, con Kant o con cualquier otro, se trata de cambiar el foco, escuchar a los que nos hablan y ponernos en su lugar, que nuestros amigos sean nuestros amigos por el simple disfrute de serlo, que amemos por el simple placer de amar, que sintamos en cada relación a ese otro que nos interpela y lo veamos como un ser humano, y pensemos en su historia, en la que tuvo y en la que tendrá, en sus anhelos, en sus virtudes y en sus defectos, y mostremos nuestros sentimientos sin miedo al qué dirán, y hagamos que cada persona con la que nos relacionamos se sienta especial para nosotros. Si hacemos esto, al poco,  la empatía comenzará a actuar, y las neuronas espejo bullirán en nuestra mente hasta ponernos en lugar del Otro, y, en definitiva, habremos cambiado nuestra manera de relacionarnos con el mundo, dejando el cálculo únicamente para las matemáticas.
Eso es practicar una vida no instrumentalizada, y eso es lo que requiere este tercer estadio de nuestro trabajo contra el sistema. Parece fácil pero cuesta, sobre todo al principio, no es fácil cambiar una manera de relacionarnos instalada en nosotros desde nuestra más tierna infancia. No hay duda, nos costará renunciar al pensamiento cosificante, pero a medida que vayamos dejando entrar a esa otra razón en nuestra vida estaremos actuando ya casi siempre movidos por otro tipo de interés que en último extremo sólo busca la alegría, y no alberga egoísmo ni cosifica a las personas. Entonces, algo habrá cambiado en nuestro interior, y no seremos ya nunca más un Homo Videns, un gran lactante, un paroxista indiferente o un individuo por delegación, seremos, quizás para siempre, un ser humano sensibilizado.
“Sensibilización” es la palabra, y los que hayamos llegado hasta este tercer punto no hay duda de que lo estaremos, en el plano genuinamente humano, para entender y hacer nuestro el sufrimiento de los demás, y por qué no también en el plano económico. Nos referimos a la implicación que lleva anexa ineludiblemente una manera de mirar el mundo no instrumental, no cosificante, no maximizadora como la que se propone aquí. Un modo de vida no instrumental no sólo conseguirá que sintamos el daño que hacemos al mundo y a los que en él vivimos de la mano del sistema quenos gobierna, también logrará movernos en nuestra sensibilización y nuestro malestar vital hacia modos de producción y modelos de desarrollo no capitalistas, no agresivos, no aniquiladores, sí respetuosos, sí sostenibles, si integradores, al tiempo que nos preparará para entenderlos, estimarlos e incluso adoptarlos como propios en la praxis. Alternativas como el decrecimiento, economías basadas en recursos, apuesta por energías renovables, y en definitiva toda opción que pase por invertir el orden y poner al ser humano y los derechos que le son inherentes a su condición humana por delante de cualquier otra fuerza o interés.

4.- Sé para el Otro:


Cuarto nivel en nuestro camino contra el sistema. Es posible que pasemos del tercero a este sin apenas darnos cuenta, por la propia inercia y el efecto que produce en nosotros cambiar la forma de relacionarnos con el mundo. En la fase anterior se trataba de estar sensibilizados, y el paso obligado al que nos lleva ese “estar sensibilizados” es estar sensibilizados con el sufrimiento de los demás, esto es, con el Otro. Es sencillo, al cambiar nuestra manera de relacionarnos, sin darnos cuenta estamos rompiendo la Frontera que nos separa del resto del mundo, y en este romper, el rostro del Otro que aparecía oculto se desvela a nuestros ojos, con todo lo bueno y también con todo lo malo, y puesto que lo malo, esto es, el sufrimiento, lo tenemos en mucha mayor proporción en nuestro mundo, el padecer del Otro nos interpelará sin remedio y no podremos más que Ser-para-el-Otro de alguna manera.
A menudo los movimientos antisistema están cargados de rabia hacia el mismo sistema contra el que luchan y hacia los que ostentan el poder, ese sentimiento puede ser bueno para conseguir ciertos objetivos, pero no lo será tanto si oscurece y oculta otros sentimientos igualmente necesarios. Hablo de la solidaridad, el altruismo, el compromiso social o a la lucha por las causas perdidas, algo que, llevado al plano práctico pasaría por algo tan simple como ser servicial, amable y atento con todos nuestros iguales, vivir abierto hacia los demás, dispuesto siempre a escuchar, a tender la mano y ayudar cuando alguien lo necesite, aunque sea extranjero y más si cabe si es extranjero, si es diferente, si es el especialmente Otro.
¿Qué implica este cuarto paso? Tener siempre presente al Otro en nuestra lucha contra el sistema y no abandonarlo por la premura, la impaciencia u otros intereses de la propia lucha. Dejar que nos afecte el sufrimiento o la miseria del Otro, de todos los otros: del que sufre la escasez (los sin techo), del otro diferente (el inmigrante), del otro natural (el medio ambiente), del otro venidero (los niños, las generaciones futuras), del otro que pronto se marchará (los ancianos) y del otro que sufre violencia (la mujer maltratada). Así, podría traer aquí numerosos casos de grupos y partidos que dicen buscar un cambio en el sistema, pero a menudo ponen por encima del interés de muchos de estos otros un interés particular que obliga a olvidarlos. Y es que no es fácil, tampoco para los que buscan un mundo mejor, renunciar al viejo lema que dice “el fin justifica los medios”. Y en última instancia, también habremos de tener en cuenta a los otros que no son de los nuestros (los prosistema), aunque ellos no nos tengan en cuenta a nosotros. No importa. Se trata de evitar caer en lo que tantas veces han caído los movimientos que derribaron un sistema corrupto: el resentimiento o la venganza. En el fondo todos somos víctimas. Se mezclan en este cuarto paso, compromiso, indignación y lucha en igual medida que entrega y preocupación por los que sufren. Algo que podemos hacer de manera individual o de manera colectiva. Para esto último, ahí tenemos a las ONG, muy bien visto en estos tiempos aunque no exentas de crítica, asunto que dejaremos para el último paso.

5.- Ve contra el sistema.


Última y definitiva etapa en nuestro compromiso altermundista. Sin restar relevancia a las cuatro anteriores, sin duda es esta la propuesta de acción más importante y la que más efecto causará sobre el sistema, sin necesidad de quemar contenedores, volcar coches o romper los cristales de una sucursal bancaria. Atrás quedan los dos primeros pasos, sendos cambios en la manera de percibir el mundo manifestados en nuestro interior, muy necesarios, pero conscientes de que no vamos a cambiar nada sin salir de nosotros mismos. Tal vez por eso le sigue un tercer paso, manifestación exterior de los cambios interiores: empezamos a afectar a los que nos rodean, practicamos una vida no instrumentalizada y es posible que algo consigamos cambiar en nuestro entorno más cercano, dependiendo eso sí de la potencia que tengamos para afectar positivamente a los demás con nuestra conducta, aunque de nuevo somos conscientes que de ahí no pasaremos. Y al tercer paso le sigue un cuarto en el que no sólo practicamos una vida no instrumental, ahora también acudimos a la llamada del Otro, individualmente o mejor en grupo, seguimos afectando positivamente a los demás con nuestras acciones pero nuestra capacidad de afección ha aumentado considerablemente gracias a nuestro mayor compromiso y a la potencia que resulta de actuar dentro de un colectivo. De nuevo, el trabajo de muchas ONG de corte humanitario nos podrían ilustrar en lo positivo de esta labor. Pero lo cierto es que el sistema genera injusticias, miseria, desequilibrios y absurdos en una cantidad tal que hace casi insignificante lo que puedan lograr todas las ONG del mundo. Además, el sistema también controla el campo de la solidaridad organizada, haciendo a las asociaciones dependientes de la ayuda económica y el beneplácito de los gobiernos. De esta manera, las ONG no son libres para denunciar las injusticias que ven, ya que se juegan en ello su supervivencia. Cabría ahora la crítica que se suele hacer a las ONG cuando se dice: “son sólo parches”. Y cabe una crítica más, también muy fundamentada, la que no ve con buenos ojos que desde Occidente vayamos por ahí haciendo de hermanitas de la caridad con los desafortunados del mundo, lo cual hace que muchos pueblos se acomoden en la limosna que les viene de fuera cuando deberían estar levantándose contra sus gobernantes por lo que legítimamente les corresponde.
De ahí que propongamos esta quinta etapa en nuestro compromiso altermundista, el terreno parece abonado para ello y nadie mejor que el que haya pasado por las cuatro etapas anteriores para saber dónde está la raíz del problema.
No hace falta recordar por qué hay que ir contra el sistema, lo dice la Ciencia. Pero estamos en el quinto y último paso y ya no podemos dar más rodeos, hay que ir contra el sistema. Y bien, ¿cómo lo hacemos de forma que logremos cambiar algo sin salir en el intento malparados? ¿Cómo se puede ir contra el sistema sin que nos metan en la cárcel por ello? Por primera vez nos va a servir nuestra falsa democracia para tal menester, al menos de momento. Digo de momento porque la democracia, o lo que queda de ella, está mutando cada vez más rápido hacia otra cosa que mucho se empieza a parecer a una dictadura. En las dictaduras no hay espacios para la libre expresión, no hay lugar para la disidencia o la crítica, nada queda al azar, no se puede ir contra el sistema sin pasar a ser un proscrito. No hay resquicios legales que permitan a nadie ir contra el sistema de ninguna manera. Nuestras democracias en cambio, aun estando muy alejadas del verdadero significado del término y dando lugar a abusos e injusticias que en nada envidian a los que se da en cualquier dictadura del mundo, todavía ofrecen espacios para mostrar la disconformidad y actuar en consecuencia. Nuestras democracias son esencialmente hipócritas, y es de esta hipocresía de donde nace la debilidad más acusada de nuestro sistema capitalista.
La democracia se vuelve hipocresía desde el instante en que el sistema entiende que debe parecer bueno a ojos de los ciudadanos aun a sabiendas de que no lo es. En este parecer bueno el sistema ofrece todavía espacios y alternativas a aquellos que disienten o no quieren seguir la norma general, no en vano, hablamos de un sistema capitalista donde la libertad es un valor fundamental, en teoría. Pues bien, serán estas opciones y alternativas a la regla mayoritaria las que deberemos ir a buscar para ir contra el sistema.
Contra el sistema van todos los autores, intelectuales o no, capaces de descubrir los engaños de aquel en cualquiera de sus ámbitos. Es importante esta actividad por cuanto que crean opinión donde antes no la había, generan conciencia crítica, desvelan la hipocresía y denuncian los abusos que muchos no ven, sembrando así el germen de futuros desapegados al sistema. En la misma línea podemos situar las redes de información alternativas que abundan en Internet, ya sea en forma de redes sociales o en plataformas de contrainformación (rebelión, Kaosenlared, webguerrillero, etc.,). Contra el sistema van también los que saben ver sus deficiencias, sus lagunas y puntos flacos para dejarlo en evidencia. Como hizo Enric Durán, Robín de los Bancos, famoso activista catalán que pidió pequeños créditos a más de 35 bancos diferentes para luego no pagar y quedarse con casi medio millón de euros que dedicó a financiar su propia lucha y otras causas altermundistas. Contra el sistema podemos ir a través de la denuncia propiamente dicha. Nuestras leyes están pensadas para castigar al ciudadano que las infringe, pero, en democracia, en teoría al menos, nadie queda fuera de ese castigo. En muchos ámbitos de la vida pública nuestras instituciones contravienen leyes vigentes, lo vemos cada día, especialmente en asuntos relativos a urbanismo, inmigración y derechos humanos. Esas leyes son herramientas que normalmente usa el poder para castigar al ciudadano, pero también están a disposición de éste para ser usadas contra el poder, para denunciar cualquier abuso del sistema a través de sus instituciones. Es la hipocresía de la que hablábamos antes: democracias que funcionan con una lógica interna nada democrática y mucho menos justa pero han de mantener una imagen exterior de pulcritud y justicia, lo que les obliga a poner a disposición del ciudadano este tipo de instrumentos, conscientes, no obstante, de que pocas veces prosperarán. Así es la farsa, pero no importa. Aunque no siempre ocurre así, y en Canarias tenemos algunos ejemplos de ello, con colectivos que se han enfrentan al sistema en el terreno jurídico y han conseguido mantener en jaque al poder.
En cualquier caso, con la denuncia hay un efecto que el sistema no puede anular ni controlar aunque escape al castigo de la Ley. Me refiero a la propaganda. Cuando un abuso del poder es llevado a los tribunales, aunque el mismo tribunal esté comprado, será difícil mantener la cuestión oculta durante el proceso. Y los procesos judiciales son largos, y son públicos. El sistema y sus vergüenzas, los gobiernos, quedan así al descubierto ante la opinión pública y esto genera malestar e indignación. El uso de la vía judicial desde la ciudadanía contra el poder no busca pues tanto el castigo o la sentencia condenatoria como el desenmascaramiento o la deconstrucción de un edificio que aparecía muy bien estructurado. Una denuncia valiente que consiga desenmascarar al poder corrupto, animará a otros valientes a levantarse contra ese poder en futuros envites. Ahí radica la fuerza de esta vía. Desnuda al poder, y ayuda a ver lo que estaba oculto, ayuda a otros a descubrir el engaño, ayuda a despertar a la conciencia crítica.
Esto es ir contra el sistema para cambiarlo. Porque un ciudadano que despierta es un ciudadano que no será fácilmente manipulado por el sistema, y por consiguiente, presionará al sistema para que bascule hacia algo mejor. Otra manera de ir contra el sistema la tenemos en la acción política. En nuestras democracias, hipócritas o no, todavía podemos jugar a la política desde un lado o desde el otro, en el sufragio activo y en el pasivo. Se puede afectar al sistema para hacerlo cambiar a través de la acción política, aunque no desde luego desde las opciones políticas afines al sistema, que son en realidad casi todas. Cuando un sistema te invita a jugar a un juego en el que las reglas están hechas para que nunca ganes, puedes aceptar jugar pero no con esas reglas, con las tuyas propias. Eso es la campaña Yo voto nulo que proponemos en Versus. Claro que, para ello habrá que pensar primero la política, tendremos que ser, como decía Aristóteles, un zoom politikon, un animal político, saber qué es lo que nos dicen y lo que no nos dicen los grandes partidos, cómo nos manipulan, cuándo mienten y cuándo no lo hacen, otra vez habrá que descubrir el engaño y usar la organización contra los que nos engañan. Así, desde la política se puede ir también contra el sistema sin salirse del todo del sistema, de momento, sólo de momento.
Hasta aquí algunas formas de salir de la rueda del sistema para forzarlo a evolucionar hacia lo que queremos, sin que de ello necesariamente se derive situarnos más allá del sistema. En este quinto estadio se trata siempre de presionar al sistema llevándolo a una mayor inestabilidad, para que libere presión en la dirección que nosotros queremos en lugar de en la que el mismo sistema quiere. No obstante, todo apunta a que el sistema va a seguir virando por efecto de la presión hacia una cada vez mayor represión, más violencia y más recorte de derechos, y es posible que de tanto virar la democracia acabe un día quitándose la máscara de hipocresía con la que se cubre hoy para presentarse como lo que cada vez más nos recuerda, una tiranía. Si esto ocurre –esperemos que no-, creo que algunos puntos de este decálogo tendremos que cambiar para seguir yendo contra el sistema, así que, apliquémonos en él ahora que aún se puede, cuando todavía existen instrumentos críticos a nuestra disposición, y no desfallezcamos, pues, nunca sabemos donde puede surgir la peripecia que cambie la historia.

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